jueves, 23 de abril de 2009

Nunca dejamos de ser los de antes...



“Fue mentira tu ausencia tantos años” Me lo dijo sin dejarme de mirar con esos ojos marrones tan veraniegos que me hicieron creer que aun estábamos febrero en su barrio de San Agustín. Había pasado casi diez años desde la primera vez que la besé y que le pedí que fuera mi enamorada a pesar que quería a otra. Tantos años… Iba yo pensando mientras miraba con cuidado cada detalle; sus vestidos, su piel, la forma en que sus cabellos despeinados se rebelaban contra ese gancho color azul.
Le digo que vayamos a tomar un café pero inmediatamente recuerdo que detestaba la cafeína, la volvía loca literalmente y comenzaba a querer desaparecer las uñas de sus dedos, así que le digo que quizás unas cervezas (Sabiendo que siempre le gustó) podría caernos bien, ella me mira con cuidado, como si yo la fuera a atacar y me responde que un café estaría bien.

Entonces caminamos unas cuadras, la verdad no sabia a dónde ir, hacía años que no caminaba por esa zona de surquillo, exactamente casi diez. Ella se dio cuenta de lo desubicado que andaba y me dijo que en angamos había una cafetería discreta, entonces fuimos para allá sin tocar palabras, parecía que ninguno se atrevía a preguntar o simplemente a sonreír.

Cuando llegamos le pedí al mozo dos cafés, la volví a mirar, quise ubicar el lunar bajo sus labios y lo encontré tan solitario como siempre. Ella seguía mirándome con desconfianza, como si nunca me hubiese conocido y quizás de verdad nunca lo hizo.
Entonces me di cuenta que ella no hablaría hasta que yo lo hiciese y le dije “Sigues con esa mirada tan penetrante que da escalofrió” “Y tú sigues sin decirme nada” me respondió secamente después de probar su café y de comprobar que le faltaba azúcar.
“Susana por favor han pasado casi diez años” Le digo como defendiéndome de algo que ya no existía “Eso lo sé, me lo dice mi DNI y mi madre me lo repite todos los días que ya no tengo quince años”
“Sé que nunca te lo confesé, pero tú fuiste la primera chica a quien besé”. Se lo digo para arrancarle una sonrisa, pero ella me responde sarcásticamente: “Pues tú fuiste el numero cinco o seis, la verdad no recuerdo bien” Quise decirle que no me importaba eso porque al fin de cuentas los dos fuimos mentirosos en ese entonces. Ella había sido la chica que conocí en la iglesia cuando yo iba a San Vicente de Paúl para la misa de siete todos los domingos, ella fue la que me habló con sus dos amigas, ella fue la que me llevó a su barrio y la que por primera vez me dijo: Te quiero. Todo eso se me venia a la cabeza tan ferozmente que necesité por un momento lanzar un gran respiro hacia la nada, entonces le dije que me contara qué había sido de ella en estos años, que no omitiera detalle, Susana daba vueltas a su taza y me respondió: “Bueno, en resumen, sigo viviendo en el mismo sitio, trabajo como secretaria en una notaria, pago a mi mamá por un cuarto, tengo un hijo de tres años y hace poco me ha dado gastritis” Me lo dijo con pesadez, como si me estuviera metiendo en sus cosas y ella lo detestara. Entonces le tomé de la mano y le dije que pronto se iría de su casa, que su hijo seguro era tan lindo como ella y que eso de la gastritis lo tenia la mitad de la población, ella me miró y sus ojos penetrantes se colocaron en los míos, dio una sonrisa, entonces yo pensé que no había pasado casi diez años, que la verdad yo no había crecido mucho y seguía tan flaco como siempre, que aun me sorprendía ver muchos dulces juntos y que aun me emocionaba demasiado cuando era feliz, que seguia odiando al sol con todas sus fuerzas y que siempre se vestia de negro los fines de semana.

Luego de eso todo fue mas fácil, ella se desplayó realmente al narrarme su vida, parecía que la cuerda de resentimiento se había quebrado para siempre, reímos mucho al recordar nuestro primer beso “Parecías un niñito que había estudiado mucho su lección” me lo dijo sin quitarme la mirada y yo le dije que esa vez pensé en todo el mundo y en el papelón que seguro daba mientras su aliento se juntaba con el mío “Pero si fue muy bueno” Me consoló para alegría de mi pasado.

Susana seguía contándome de su vida, parecía tan feliz de hablar con alguien y yo por dentro estaba seguro que ella seguía igual a la niña que me gustó pero que nunca quise como a la otra, porque la otra nunca me quiso y entonces eso fue una cadena que terminó con todo para mí y Susana. Éramos niños, solo fue un mes y luego de eso me alejé de su barrio que nunca llegó a ser el mío. Ella fue la niña más importante que nunca quise en mi vida, la primera que le agarré de la mano, la primera que me dio un beso, la primera que me hizo saber que se podía explorar el sur, la primera de tantas cosas y a la vez tan de mentira todo.

Pasaron dos horas y salimos a la puerta de la cafetería, ella me dijo que se iría sola y que por favor me cuidara, yo le dije que contara con eso pero que me diera su número para revivir todo con otro café la próxima vez. Ella me miró con esos ojos tan lindos y me dio un abrazo diciéndome: “Chiquito tonto, nunca sabes acabar una buena velada, no te fijes en tonterías” Y me dio un pequeño beso y se fue sin decir mas palabra, dejándome con los labios separados y con la impresión de que siempre sería ese mismo niño flaco que no sabia cuando callarse...