jueves, 26 de marzo de 2009

Una hojita caida en verano



Ella me escribe porque ha leído un cuento mío en una revista por internet, leyó un relato largo que titulé:
“Tardes de Otoño” (http://www.letralia.com/103/letras12.htm), que trataba sobre un hombre mayor enamorándose de una adolescente miraflorina.
Ella es colombiana, tiene veintiún años y también escribe cuentos y poesía como yo. Ella se llama Fabia y le gusta las flores primaverales que nacen de su jardín en aquella casa verde de tres pisos donde vive desde que nació. Me cuenta que durante las tardes en Cali se puede oír el ruido del viento chocando con las mejillas y si se tiene paciencia se puede escuchar el sonido de los niños riéndose por toda la ciudad.

Me explica que hace cinco años escribe y lo comenzó a hacer cuando se enamoró por primera vez, fue de un tipo que le doblaba la edad y que era abogado, un abogado demasiado honesto para tener éxito y también demasiado conciente para poder amar a una chiquilla de dieciséis años. Prosigue contándome su idilio y mientras lo hace yo voy entendiendo del porqué del mail y eso lo confirmo cuando ella me escribe “No pensé que alguien a quien no conozco escribiera sobre mí sin querer hacerlo”. Me confiesa que cuando leyó mi cuento lloró en alguna de sus líneas y por un momento volvió a ser esa chiquilla tan ingenua y tan llena de vida que pudo enamorarse al extremo de querer morir por un ratito. Entonces prosigue el mail contándome más de ella, confirmándome lo que pensé cuando me puse a leer esa carta, y eso era que de seguro era una chica que vivía en el caos, no sé porqué pero siempre me ha dado gran curiosidad las mujeres así, prefiero a aquellas que tengan una mirada desviada hacia la nada a que me miren todo el tiempo a los ojos, y que sus cabellos sean un desorden y que nunca usen maquillaje, entonces pienso que realmente soy un admirador de las mujeres que son un desastre.
Me dice que si le contesto me contaría más sobre ella. Termina el mail diciéndome que desde ahora seria una admiradora ferviente y que por favor le mandara siempre mis historias para ver si así se tropieza con algún otro recuerdo y por fin tener una excusa para volver a llorar. Luego me manda un beso a la distancia y se despide.

Cuando termino de leerlo por segunda vez, le respondo lo agradable que es tener una admiradora a la distancia, por no decir que quizás sea la única que tendré en toda mi vida. Le comento que ese cuento es de hace casi cuatro años y que empecé mi faena literaria a los catorce años cuando también me enamoré por primera vez, luego le comento que los amores primeros y conflictivos son un aliciente ideal para empezar una carrera de vagabundo de las letras, entonces le hago muchas preguntas y le pido por favor que me enviara algo que ella haya escrito, luego de eso marco la opción de enviar y me voy a casa.
Al día siguiente empezando el trabajo, abro mi correo y encuentro la respuesta de Fabia, empiezo a leer en silencio, mientras conozco más de ella con esa letra salida de sus dedos. Contesta todas mis preguntas en orden; No le gusta los veranos a pesar de lo muy colombiana que se siente, la salsa es su segundo caminar los sábados a medianoche, no tiene pareja pero eso no significa que no pueda tener algún amante ocasional cuando está aburrida, los fines de semana se fuma su porro en la azotea de su casa para sentirse por un momento débil y poder mirar los elefantes grises que se forman en las nubes, escribe solamente en las mañanas encerrada en su cuarto que cierra con llave para que sus hermanos no la molesten y por ultimo me cuenta que si ha tenido ganas de morirse.

Luego de semanas la comunicación era constante hasta que un día ella dejó de escribirme así como yo deje de escribir cuentos por un buen tiempo, hasta que un martes de mayo lejos de mi casa en una cabina de Internet, recibo un correo de Fabia diciéndome que estaba muy triste, tan triste que tiene ganas de morirse, que se cortaría las venas, que todo el pasado volvió a su vida y ella es incapaz de asimilarlo, es incapaz de no querer, de no ser seducida por el masoquismo que el amor tiene, me dice que será la ultima carta que escribirá, que se matara y que su familia no sabrá porqué todo es tan injusto y que por favor algún día escribiera de su amiga colombiana que se mató por amor, por odio y por la soledad que amanece todos los días con ella

No le respondo en ese instante, pienso que se fumó un porro y que recordó viejos momentos y otros quizás volvieron sin querer. Me voy casa, entro a mi cuarto, enciendo el computador y leo algunos artículos de literatura, intentaba no pensar en el mail, ni en colombianas suicidándose y sin querer noto que mis manos responden a un deseo inmediato y empiezo a escribir y continuo así hasta que lleno cuatro paginas que luego guardé. Salí a la cabina más cercana y se lo envié a Fabia sin saludarla, luego llegué a mi casa, abrí mi botella de vino tomándome un vaso en seco y me fui a la cama a intentar dormir

Al día siguiente encuentro otro mensaje de ella, entonces con toda calma lo abro y leo lentamente, me explica que no tuvo valor de nada y que le conmovió mucho mi cuento, quizás demasiado para ser un martes, que la distrajo bastante, ya que no soportaba esa mezcla ácida que de su espíritu emanaba y que eso la hizo detener, concluyó que lo mejor sería irse a Bogota donde familiares y así tratar de ser diferente aunque sea por un momento, luego se despide y me envía muchos abrazos

Yo cierro el correo, trato de sentirme alegre de que quizás tuve algo que ver para que haya un suicidio menos en el mundo, pero la verdad no sentí nada, es por eso que no le respondí, además porque supe que una persona así nunca seria diferente y que lo único que se puede hacer es esperar a que acabe el verano…