miércoles, 28 de octubre de 2009

No hay verdad que no duela un poquito



- Eres una persona muy extraña – Me dijo mirándome a los ojos con una leve sonrisa
- Yo extraño? Nada, te equivocas, soy un tipo de lo mas común y aburrido – Le digo desviando la mirada hacia la neblina que sacudía Lima en ese momento
- Y a parte de extraño tienes una cara realmente de niño, no parece que tuvieras veinticinco… es más te diría que tienes diecinueve años – Me sentencia mientras con sus ojos trata de que los míos vuelvan a los suyos.

Yo me quedo en silencio, sonriendo un poco diciéndole que se equivocaba, que ya me crecía barba y que había cumplido veinticinco a los diecisiete años de edad, que simplemente estaba acomodándome en la vida al pasar todo tan rápido…

Carla se ríe diciéndome que era “Un niño”, que tenia aun la mirada de inocencia que se les pierde a los hombres cuando cumplen la mayoría de edad. Yo me río por lo que acaba de decir, me río con un tono burlón para después decirle que estaba loca de remate… “Sin embargo - me dice- quizás por ser así de extraño jamás me podrás querer como yo quiero". En ese momento me quedo en silencio creyendo que Carla está pensando de más y que se equivocaba mucho al decir esas cosas. “No tienes el derecho de decirme eso, no tienes el derecho de echarme la culpa de un querer que no se nos da”

En ese instante me pongo a pensar en mí y en Carla, pienso como desde el primer día que nos conocimos lo primero que sucedió fue reírnos de nosotros mismos, parecíamos unos niños que no se aguantaban la risa porque siempre nos causó gracia nuestra extraña química, la forma en que ella al decir una palabra yo la acomodaba con otra palabra y salía toda una frase de incoherencia total que nos hacia burlarnos de nosotros mismos, fue por eso que desde la primera vez supimos que todo eso era tan bello y sin embargo inútil, fue por eso que muchas veces fracasamos en estar juntos, éramos incompatibles en relaciones constituidas, éramos dedos en manos diferentes y aunque ella jamás pudo entender los ejemplos que daba y solamente se enfurecía en plena madrugada para llamarme y decirme que por qué nos pasaba todo eso… Yo me quedaba en silencio y luego le decía en el tono mas triste que el único consuelo seria “La amistad”, ella me colgaba siempre que pronunciaba esas palabras y yo me quedaba con el celular en la mano buscando en la oscuridad uno de esos instantes en donde no somos los mismos de siempre… Y ahora en ese momento Carla a mi lado caminando por esas calles torpes de Lince la miraba como si fuera tantas cosas y a la vez no fuera eso que buscaba… No era ella, jamás seria ella y por eso solamente me limitaba a verla por pequeños momentos porque sino de la nada caeríamos en la trampa que antes nos absorbía de escaparnos de lo que estaba claro entre nosotros, buscábamos la oscuridad donde yo no era andres y ella no era Carla, pero poco a poco al salir de todo eso nos chocábamos con esa pared tan inmensa que tiene la vida y nos ponía en veredas diferentes y Carla que me pedía que le explicara todo de nuevo y yo sacaba mi celular y jugaba a decírselo mientras cerraba los ojos… “Eres un niño” me dijo al verme pensando tanto… Quizás lo soy, quizás aun no comprendo que la vida es mas fácil de lo que yo creo que es… Entonces dime de nuevo por qué no puede funcionar?... Es porque somos unas manzanas en el espejo…. Unas manzanas?... Pon un par de manzanas frente a un espejo, que ves? Ves solo la mitad, por mas que tengan un color que sobrepasa la belleza solamente se verá la mitad… y así somos nosotros, somos unas manzanas que solo tienen una mitad entre sí… Eres tan extraño andrés, tan extraño que en este instante te odio con todo mi cariño… Eso es lo más hermoso que me has dicho, es tan hermoso que por eso me siento triste…

Seguíamos caminando por calles que ninguno conocía y sin embargo no nos importaba eso, no nos importaba porque nuevamente habíamos fracasado en los tantos intentos que tuvimos para querernos… Pero aun así yo la quería como se podía querer un instante y ella me odiaría porque un instante no es suficiente y yo le hubiera respondido que a veces del instante se consigue el infinito y ella me hubiera dicho que soy un niño y como tantas otras veces yo hubiera sonreído tratando de que el invierno en Lima nunca pase, porque nuevamente tendría que esconderme, otra vez… No me entiendes y yo te entiendo completamente… No andrés, lo que pasa es que jamás terminaré por conocerte, eres muy extraño.
Me tomó de la mano como disculpándose, como tratando de abortar todo lo que había pasado esa noche y yo quería ser igual a ella para hacer lo mismo y lo único que me salió fue una media sonrisa mientras buscaba el suelo.

Caminemos de la mano hasta que encontremos un taxi sí?... Trataré de soltarte cuando lo encontremos y me tienes que ayudar. Ella y yo sonreímos al terminar de decir esas palabras y en silencio caminamos hasta que la neblina que inundaba las calles nos hizo separarnos por un... instante… para siempre…

sábado, 17 de octubre de 2009

Todo comenzó con su piel pintada...



Era verano en la calle cuatro de González Prada, el sol despertaba siempre violento sobre las ventanas, en especial sobre la mía. Era domingo uno de esos días que se siente como en un precipicio porque falta poco para caer en el lunes y el colegio, el cansancio… Era febrero, un mes muy amarillo y en especial mojado, sí mojado porque era época de los carnavales.

Ella era una niña, sí, niña porque a sus catorce años la vida sólo le había dicho que no se preocupara por nada por lo menos hasta los veinte (Y definitivamente fue así).

Yo amanecí ese día como todos los fines de semana, aliviado por no tener que ir al colegio. Recuerdo que ese día tomé desayuno tranquilo, vi en la televisión una caricatura que no recuerdo bien y luego salí porque mi amigo Julio me esperaba para ver qué idioteces hacíamos. Al llegar a su casa me recibió muy preparado para una lucha, tenia puesto un polo verde y en cada uno de sus bolsillos había bolsas de globitos de carnaval, yo lo miré como diciendo “Estas loco?”. A pesar de ser muy joven yo no había jugado carnaval desde hacía mucho tiempo, creo que era en esa época cuando mi mamá me tenía que ayudar a cruzar la pista y luego de eso los febreros los pasaba encerrado en mi casa. Pero ese año mi gran amigo había decidido jugar carnaval y yo tenia que seguirlo porque la amistad es hasta la muerte, además era eso o estar en mi casa limpiando mi cuarto, así que sin haber una tercera opción salimos con dos globos llenos de agua cada uno. Yo por dentro me decía que no tendría el valor de lanzarlo a una chica, además a esa edad las mujeres no son importantes porque siempre hay fútbol y eso sí que me era divertido. Cuando doblamos la cuadra dirigiéndonos al mercado, de una quinta (que hasta el día de hoy existe) salió una banda de payasos, por lo menos esa fue la primera impresión que tuve porque se notaba la mezcla de colores que tenían en la piel. Mi primera reacción fue lanzar los globos pero como siempre he sufrido de mala puntería uno le cayó a Julio y los demás a la pared, entonces era mejor correr porque sino no habría oportunidad de salir limpio de ahí. Lastima que Julio no tuvo esos mismos reflejos porque entre tres mujeres (Recién ahí me di cuenta que lo eran) lo agarraron bañándolo literalmente de tantas cubetas que tenían, él se perdía en esos mares de brazos que lo pintaban sin compasión. Pues como lo di por muerto a mi amigo decidí escapar para que no haya otro caído, además él me entendería por eso de la amistad y etc.

Tuve que darle la vuelta al mercado para llegar a la cuadra y cuando doblé para ir a casa observé que Julio (lo que quedaba de él) venia caminando señalándome. Yo me acerqué riéndome porque lastimosamente no podía hacer otra cosa, realmente era muy chistoso verlo de verde con azul y rojo y negro y colores que hasta pensé desconocidos, él me agarró del polo y me dijo: “Esto no se quedará así, Nos vengaremos!!!” Yo quise decirle que lo había dicho mal, que la verdad él era el único que se tenía que vengar, pero parece que lo pronunció bien ya que sacó dos baldes de agua y se dispuso a llenar globos y globos hasta que cada uno tenía una artillería digna de una venganza. Así que salimos caminando, él decidido y yo todavía pensando por qué lo había dicho en plural eso de vengarse. Cuando llegamos a la quinta esa, las vimos ahí conversando, eran un grupo de ocho chicas, algunas estaban de espaldas y otras distraídas, entonces los dos aprovechamos ese instante y comenzó el vuelo de los globos sobre ellas, en ese momento me sentía ganador y tenia la confianza de que éramos invencibles, pero para mi sorpresa atrás de nosotros aparecieron de la nada cuatro de ellas que eran las que tenían las pinturas, así que intentamos escapar pero nos cogieron de los polos y las que estaban dentro salieron con los baldes que habían llenado y entonces pensé que Julio debió haber dicho todo en singular y nunca en plural.

Cuando yo sentía que mi cabello era manchado y mi rostro era tapado por varias manos que me ensuciaban, intenté escapar y lo logré, corrí pero una de ellas me siguió, tanto así que se puso al frente mío impidiéndome seguir. Su rostro era una mascara de pintura y su polito con su short estaban de mil colores, se podría decir que no se veía nada de ella, pero lo supe desde el principio, era la niña mas linda del universo, estaba segurísimo de ello, se me vinieron a la mente muchas preguntas, se volvió a despertar eso que nació cuando besé por primera a una niña cuando tenia siete años, se me vino esta inquietud y esta tristeza por ser tan feliz, estaba confundido… Fue por eso que no me quedó otra que dejarme capturar, me pintó y me bañó mientras por dentro yo le agradecía a Julio por incluirme en su venganza.

Para que no se vaya yo me cogi de una cadenita que tenia y ella se sostuvo con fuerza de mi polo, le decía que si no me soltaba lo rompería y ella me decía que si no la soltaba ella rompería el polo, era uno de esos chantajes mas mentirosos que podían haber y eso lo sabíamos porque en esa tarde de febrero, un niño de catorce años se encontró con una niña de catorce también, entonces como nadie cedería y el anochecer se venia acercándose tanto que nos amenazaba con acabar todo de golpe, los dos decidimos que pase lo que pase ninguno de los dos se soltaría, entonces pasaron los minutos tan rápido que Julio ya estaba con las demás chicas sentado, conversando muy amenamente porque para ellos ya había acabado carnaval, pero para mí y para ella aun no. Quien soltaba perdería, entonces le dije que quería saber el nombre de mi victima y ella me dijo que se llamaba Marita, ella me dijo que quería saber el nombre de su victima también y yo le dije que era Ronald (aun no me llamaba andrés). Todos nos miraban gritando que era un empate y que nos fuéramos a sentar, pero nosotros sabíamos que ninguno lo haría.

Anocheció y ese día Julio sacó más teléfonos que los que tenía en toda su agenda, mientras mi victima-captora y yo seguíamos jugando en esa noche de febrero a que los dos habíamos ganado.

jueves, 8 de octubre de 2009

Ya ni miro el cielo cuando hace ruido



Lucia se lamenta conmigo porque no quiere irse de viaje, ella pretende que sus padres la dejen en paz y si es posible hasta los quiere mandar a la mierda con tal que la dejen vivir como ella quiere. Yo le digo que sea comprensiva, que a veces las cosas difíciles nos llevan a rumbos destinados. Pero Lucia no quiere oírme y hasta se molesta conmigo por esa asquerosa lógica que desprendo de mis labios.

Aunque a veces Lucia es una chica impulsiva, muy dentro tiene esa ternura que puede conmover a uno hasta el punto de querer abrazarla por horas. Ella odiaba los amaneceres y peor aun odiaba cuando unos pajaritos negros se posaban en su ventana en el instante en que ella se peinaba para irse a clases. Yo la había conocido de camino al trabajo dentro de un colectivo naranja y ella como me decía a veces me había conocido a mí en un martes mentiroso. Muchas veces al intercambiar datos nos dábamos con la sorpresa que nuestro encuentro estaba destinado aun antes de nacer. En aquel entonces ella estudiaba psicología en una universidad muy cara mientras yo me ganaba la vida en una oficina que me imponía una computadora y buena ortografía. Muchas veces a la hora del almuerzo caminaba por la avenida Pardo con un libro en la mano esquivando a las personas mientras diez minutos antes Lucia ya había cruzado ese mismo camino para irse a su casa.

Ella había tenido dos enamorados muy serios y con uno soñó casarse hasta que un día despertó y se dio cuenta que su vida no tenia nada de cuentos hadas y terminó con él diciéndole que la maldita culpa la tenia ella. Por mucho tiempo recorría el malecón pensado que algo estaba mal en su vida, que había una línea que se desprendía de su renglón y no sabia cómo detenerlo. Durante mucho tiempo se alejó de sus amistades y se pasaba horas escuchando a su hermana menor contarle sobre lo que significaba la palabra: “Separación”. Sus padres la querían mucho, aunque ese amor por separado a ella le causaba una nausea y un profundo rencor dentro suyo. Es por eso que una tarde decidió fumar y a la siguiente escuchar música a todo volumen.

En horas de clases ella era una alumna muy aplicada que daba cátedra sobre Piaget y Freud y podía describir lo que pasaba sólo con mirarte a los ojos. Fue por eso que cuando la conocí, ella supo que yo andaba muy zafado y peor aun me dijo que andaba loco por alguien, quizás un amor no correspondido o un amor en silencio. En ese momento casi la aplaudo pero en vez de eso por venganza le respondí que ella no andaba bien y que tras esa sonrisa y forma extrovertida de ser, ocultaba una gran desolación hasta el punto de poder llorar en cualquier momento. Ese día decidimos que era un empate y llegamos a la conclusión que deberíamos vernos todos los días.
Por las noches caminábamos por las calles miraflorinas conversando sobre el pasado y sobre lo triste que puede ser un verano cuando acaba. Lucia nunca me creyó que ya no quería a ese antiguo amor que ella había descubierto, tal vez porque ya me conocía lo suficiente para saber que el querer no tiene limite en uno y aunque yo estaba seguro que ella me quería completamente algo muy dentro mío estaba seguro que lo de nosotros no duraría por mucho tiempo.

Luego de unas semanas ella me dio la razón al contarme que sus padres venderían su casa y cada uno se iría a destinos diferentes y fue cuando pronunció “Buenos Aires” que sentí un vacío tremendo que lo único que quise fue buscar a mis amigos y tomar cuantas botellas de vino podían existir en una tienda. Luego de eso las peleas fueron tantas y no por su partida sino por mi calma que en mi rostro se pronunciaba y que ella detestaba al punto de abandonarme por una semana entera sin darme una pista ni nada y aunque mi orgullo no me dejó buscarla e hizo que llamara muchas veces a aquella chica que ella odiaba por ser mi pasado, yo igual la seguía extrañando como se extraña un momento de felicidad…

Luego el destino que tantas veces habíamos maldecido nos hizo juntarnos por aquella avenida Pardo a una hora en el que jamás habíamos pasado por allí. Luego de ese día no podíamos separarnos quizás porque ya había fecha en que su partida seria inevitable y porque muy dentro todo era tan injusto. Ya por aquel entonces nos quedábamos hasta muy tarde en mi oficina porque yo era el que tenía la llave y se volvió el único refugio para sentirnos nosotros mismos. Muchas veces ella lloró en ese sofá de las tantas caricias, muchas veces yo traté de quererla como se quiere un recuerdo bonito, pero el presente me aplastaba a tal punto que lo único que podía hacer era escribir durante horas y horas.

Lucia se marchó un dieciocho de marzo del 2004 en un avión que partió a las 23:45 del aeropuerto Jorge Chávez, ese día no paré de maldecir muchas cosas y aunque en mi garganta tenia una gran desazón, muy en el fondo me sentí un poco feliz, quizás es esa felicidad que se siente cuando descubrimos lo tan triste que podemos ser de un día para otro, y mientras esa soledad se imponía cubriéndome los ojos negros, supe que desde ese momento en adelante Lucia seria aquella chica terca que odiaba los pajaritos negros sobre su ventana…