miércoles, 29 de abril de 2009

Sus manos como agua caida...



La noche descendía lentamente sobre los árboles colgados del viento que nos despeinaban por ese camino que para nosotros fue un nunca jamás. Ella siempre muy alegre, tanto que me molestaba que fuera así sin ser yo parte de su vida. Hacía dos años que había conocido a Fernanda mientras en un salón me pedían que yo enseñara, yo sabia que lo único que podía enseñar era a que nadie tenia la verdad absoluta y menos se podía decir que alguien era bueno, en esa situación la conocí pensando qué me había pasado en el momento que la vi por primera vez? Ahora los dos caminábamos por ese diciembre y nos tocaba despedirnos por ser fin de año, caminábamos por mi insistencia de tenerla a lado por más que eso nunca se lo dije, al estar cerca de su casa le propuse un café, ella me lo rechazó pero me dijo que una hamburguesa estaría bien, yo pensaba que me equivocaba mucho respecto a Fernanda, no era la típica mujer de tomar un café, de hablar del mundo o simplemente de tratar de hacerla sentir diferente.

Cuando nos sentamos uno frente al otro reconocí esas manos delgadas que me prometían un antes y un después en mi vida, a ese amor torpe que se deslizaba en ese aire que año tras año me había hecho pensar que todo lo anterior no era más que un preámbulo para conocerla. “Lo amo” la escuché decir emocionada de su pareja, me lo decía clavándome sus pupilas, como advirtiendo, como avisándome que nada era como antes, o mejor dicho que nada era como nunca fue, entonces mi defensa fue decirle que de amor ella sabia tanto como yo de botánica, que dejara de hablar tonterías y que por favor no anduviera con chistes, Fernanda me miraba maliciosa, parecía que buscaba sacarme de mis casillas, arrancarme algo que ninguno de los dos había dicho. Yo le decía que lo que sentía no era amor, sino era la típica emoción que se siente por alguien a quien se quiere, ella ironizaba y me recriminaba por esa manía de hablar como si tuviera siempre la razón, “Acaso alguna vez has amado?” me lo dijo de una forma que me sentí confundido. La miré, volteé y observé las calles desde ese asiento, veía los autos moviéndose de un lado a otro y le dije que las mujeres exaltaban el amor demasiado, eso la enfureció mucho y me respondió que era un estupido, “Quizás lo soy pero tú no lo amas” “Y tú qué sabes de lo que yo siento” Entonces el que se sintió furioso fui yo y le respondí que perdía mi tiempo con ella, “Pues tú insististe en acompañarme” me contestó furiosa.

Nos quedamos en silencio unos minutos, no nos mirábamos, era inútil hacerlo a estas alturas, eran dos años tirados a la basura y era demasiado tarde para que alguno de los dos confesara, entonces me di cuenta que de repente me equivocaba, que después de mucho tiempo quizás era yo el que no tenia la razón, y si lo amaba qué? Acaso cambiaria algo, y si lo amaba entonces yo dónde carajo quedaba? Todo se me vino ferozmente y me di cuenta que por primera vez en mi vida me sentía celoso, era tan desagradable y a la vez era tan nuevo sentir eso que quise salir de ahí y no volver a verla nunca mas, sí eso seria lo mejor, era demasiado tiempo invadiendo, quitándome pensamientos, recuerdos, palabras…

“A Lucia la quiero mucho pero no ando diciendo que la amo cuando no es verdad” “Sigues con eso?” “Es que me molesta la ignorancia de las personas” “De qué hablas? Acaso tú eres el único perfecto” Me lo dijo secamente mientras por dentro el vació se agrandaba por segundos, por cada mirada que le daba a sus manos, a esos ojos marrones pequeños, quería decirle que se podía largar, que yo me quedaría ahí porque la noche estaba tan pesada que no me daban ganas de ir a casa.
El silencio volvió a prolongarse por varios minutos, hasta que ella me dijo “Y tú no tienes nada qué decirme?” Entonces la miré como si mirase una pared “No entiendo” le respondí secamente porque ya había sido suficiente de tanto pelear, habían sido dos años de nada, dos años de perder el tiempo pensando en ella, ni Lucia se lo merecía aunque ella sabia perfectamente eso, no, definitivamente ella no tenia derecho de amar a alguien y restregármelo en la cara y yo tampoco tenia porqué estar ahí con ella cuando Lucia esperaba hace media hora mi llamada. “Espero que seas muy feliz con él, sabes que siempre quiero lo mejor para ti” “Yo lo sé y es por eso que te lo cuento, porque eres mi amigo…” Diablos otra vez un golpe bajo, otra vez la cordialidad puede ser tan jodida, entonces le dije “Claro que sí y por eso no quiero que te decepciones después creyendo que fue amor, aunque ahora por lo menos te das cuentas de algo” “A qué te refieres?” Entonces era el momento perfecto para la venganza, no había que esperar más “Porque cuando te conocí me enamoré de ti y eso tú lo sabes” Ella se puso nerviosa, había en el aire una cierta turbulencia y parecía que no existían alrededores. Era tarde, pero quizás no lo suficiente para huir o querer que los dos años retrocedan y saber qué hubiera pasado si…

“Y ya no lo estas?” me lo dijo temblorosa y yo sabia que mi pequeña venganza había funcionado, “No, claro que no, quiero mucho a Lucia” Se lo dije como si su pregunta no hubiera tenido importancia, como si fueran ridículas esas palabras, entonces nuestros ojos se perdieron en diferentes lugares, mientras nuestros celulares timbraron. No le dije que era Lucia así como ella tampoco me dijo que era él. Entonces nos levantamos del asiento y caminamos hasta su casa sabiendo que cuando pasara el mes se volverían tres años de lo mismo…

“Cuídate mucho” “Tú También”. El cielo se tragó un año más y nada cambió, por lo menos yo sabia que el olvido no existía y mucho menos se podía dejar de lado, todo eso lo pensaba mientras Lucia no dejaba de molestar en el celular cuando yo no quería hablar con nadie…

jueves, 23 de abril de 2009

Nunca dejamos de ser los de antes...



“Fue mentira tu ausencia tantos años” Me lo dijo sin dejarme de mirar con esos ojos marrones tan veraniegos que me hicieron creer que aun estábamos febrero en su barrio de San Agustín. Había pasado casi diez años desde la primera vez que la besé y que le pedí que fuera mi enamorada a pesar que quería a otra. Tantos años… Iba yo pensando mientras miraba con cuidado cada detalle; sus vestidos, su piel, la forma en que sus cabellos despeinados se rebelaban contra ese gancho color azul.
Le digo que vayamos a tomar un café pero inmediatamente recuerdo que detestaba la cafeína, la volvía loca literalmente y comenzaba a querer desaparecer las uñas de sus dedos, así que le digo que quizás unas cervezas (Sabiendo que siempre le gustó) podría caernos bien, ella me mira con cuidado, como si yo la fuera a atacar y me responde que un café estaría bien.

Entonces caminamos unas cuadras, la verdad no sabia a dónde ir, hacía años que no caminaba por esa zona de surquillo, exactamente casi diez. Ella se dio cuenta de lo desubicado que andaba y me dijo que en angamos había una cafetería discreta, entonces fuimos para allá sin tocar palabras, parecía que ninguno se atrevía a preguntar o simplemente a sonreír.

Cuando llegamos le pedí al mozo dos cafés, la volví a mirar, quise ubicar el lunar bajo sus labios y lo encontré tan solitario como siempre. Ella seguía mirándome con desconfianza, como si nunca me hubiese conocido y quizás de verdad nunca lo hizo.
Entonces me di cuenta que ella no hablaría hasta que yo lo hiciese y le dije “Sigues con esa mirada tan penetrante que da escalofrió” “Y tú sigues sin decirme nada” me respondió secamente después de probar su café y de comprobar que le faltaba azúcar.
“Susana por favor han pasado casi diez años” Le digo como defendiéndome de algo que ya no existía “Eso lo sé, me lo dice mi DNI y mi madre me lo repite todos los días que ya no tengo quince años”
“Sé que nunca te lo confesé, pero tú fuiste la primera chica a quien besé”. Se lo digo para arrancarle una sonrisa, pero ella me responde sarcásticamente: “Pues tú fuiste el numero cinco o seis, la verdad no recuerdo bien” Quise decirle que no me importaba eso porque al fin de cuentas los dos fuimos mentirosos en ese entonces. Ella había sido la chica que conocí en la iglesia cuando yo iba a San Vicente de Paúl para la misa de siete todos los domingos, ella fue la que me habló con sus dos amigas, ella fue la que me llevó a su barrio y la que por primera vez me dijo: Te quiero. Todo eso se me venia a la cabeza tan ferozmente que necesité por un momento lanzar un gran respiro hacia la nada, entonces le dije que me contara qué había sido de ella en estos años, que no omitiera detalle, Susana daba vueltas a su taza y me respondió: “Bueno, en resumen, sigo viviendo en el mismo sitio, trabajo como secretaria en una notaria, pago a mi mamá por un cuarto, tengo un hijo de tres años y hace poco me ha dado gastritis” Me lo dijo con pesadez, como si me estuviera metiendo en sus cosas y ella lo detestara. Entonces le tomé de la mano y le dije que pronto se iría de su casa, que su hijo seguro era tan lindo como ella y que eso de la gastritis lo tenia la mitad de la población, ella me miró y sus ojos penetrantes se colocaron en los míos, dio una sonrisa, entonces yo pensé que no había pasado casi diez años, que la verdad yo no había crecido mucho y seguía tan flaco como siempre, que aun me sorprendía ver muchos dulces juntos y que aun me emocionaba demasiado cuando era feliz, que seguia odiando al sol con todas sus fuerzas y que siempre se vestia de negro los fines de semana.

Luego de eso todo fue mas fácil, ella se desplayó realmente al narrarme su vida, parecía que la cuerda de resentimiento se había quebrado para siempre, reímos mucho al recordar nuestro primer beso “Parecías un niñito que había estudiado mucho su lección” me lo dijo sin quitarme la mirada y yo le dije que esa vez pensé en todo el mundo y en el papelón que seguro daba mientras su aliento se juntaba con el mío “Pero si fue muy bueno” Me consoló para alegría de mi pasado.

Susana seguía contándome de su vida, parecía tan feliz de hablar con alguien y yo por dentro estaba seguro que ella seguía igual a la niña que me gustó pero que nunca quise como a la otra, porque la otra nunca me quiso y entonces eso fue una cadena que terminó con todo para mí y Susana. Éramos niños, solo fue un mes y luego de eso me alejé de su barrio que nunca llegó a ser el mío. Ella fue la niña más importante que nunca quise en mi vida, la primera que le agarré de la mano, la primera que me dio un beso, la primera que me hizo saber que se podía explorar el sur, la primera de tantas cosas y a la vez tan de mentira todo.

Pasaron dos horas y salimos a la puerta de la cafetería, ella me dijo que se iría sola y que por favor me cuidara, yo le dije que contara con eso pero que me diera su número para revivir todo con otro café la próxima vez. Ella me miró con esos ojos tan lindos y me dio un abrazo diciéndome: “Chiquito tonto, nunca sabes acabar una buena velada, no te fijes en tonterías” Y me dio un pequeño beso y se fue sin decir mas palabra, dejándome con los labios separados y con la impresión de que siempre sería ese mismo niño flaco que no sabia cuando callarse...

viernes, 17 de abril de 2009

Nunca es suficiente...



- Eres insoportable cuando crees que siempre tienes la razón!!! – Casi lo gritó con sus ojos brillando muy enfurecida. Yo la miraba y le trataba de decir que se calme, que mejor hablaríamos mañana y que después de todo no tenia ganas de ir al cine.
- No me trates como a una idiota, siempre haces lo mismo, no eres capaz ni de pelear – Yo por dentro pensaba qué era lo que realmente quería ella? Primero me dijo para ir al cine y luego me propuso ir a caminar hasta que nos cansemos, y yo a todo eso le había dicho sí porque era un viernes tranquilo y lo más importante era pasarlo con ella, pero todo se fue al demonio cuando me dijo que yo eligiera la película y entonces opte por una de ciencia ficción y eso a ella le enfureció porque sabia perfectamente que quería ver una comedia, inmediatamente me soltó la mano y salió de la cola dejándome parado. Dentro de mí supe que había logrado mi objetivo pero igual sentí molestia por la escena, así que luego de salir de la boleteria, fui donde ella a preguntarle: Qué era lo que pasaba? Ella no me respondía y yo francamente estaba harto para adivinanzas a treinta minutos de empezar la película. – Sabias perfectamente que yo quería ver otra cosa – Lo dijo con mucha rabia y yo le contesté que entonces por qué me había dicho que yo eligiese la película si ella ya tenia una en mente – Es porque tú ya lo debes de saber – Me respondió tan convencida de que eso tuviera lógica. – Pues sabrás que de Houdini no tengo nada y menos soy tan bueno como matusalén para ir escuchando tantas tonterías – Se lo dije tan tiernamente que sonó más a un cariño que a otra cosa. Ella se puso roja de la rabia y sus ojos brillaron levemente. Yo por dentro pensaba que definitivamente es fácil odiar a quien se quiere, que esa pequeña frontera que divide todo en la vida sólo está a un paso. Entonces ella se quedó callada sacando un cigarro y se puso a mirar el suelo estando yo al frente, quise decirle que se calmara y que no valía la pena pelear, que lo importante era que estuviésemos juntos – Juntos? No me hagas reír, sólo te veo tres veces a la semana, no conozco casi nada de ti, ni tu casa, ni quienes son tus padres ni algún amigo y cuando te pregunto por tus antiguas relaciones me cambias el tema con un beso, así que no me vengas con esas cosas a estas alturas – Yo en ese momento ya no tenia paciencia para soportar excusas para sacar otras cosas y más cuando la película estaba por comenzar y lo único que quería era sentarme, así que le di la ultima oportunidad y me volví acercar diciéndole que si elegí la película era para que ella pudiera dar su opinión antes que uno tenga que adivinar, que sabia todo eso pero que lo hice porque la quería, entonces ella se puso más furiosa de lo que yo creía que podía llegar y me dijo – No puedes pelear o por lo menos simular que a veces nunca tienes la razón – Eso si fue lo ultimo y más cuando lo dijo delante de otras personas que me miraban como si yo fuera la peor basura, porque simplemente ven a una mujer gritando y porque yo soy hombre y con eso se da por sentado que la culpa la tengo yo, así que le di un beso, me di la vuelta y caminé dirigiéndome a comprar un cigarro, estuvimos alejados diez minutos, cada uno en su extremo, hasta que ella se acercó y me sonrió levemente, qué diferencia con el rostro de hace un rato, realmente tenia una sonrisa hermosa. Me dijo que vería conmigo lo que fuera y que ya se le había pasado todo, que solamente necesitaba respirar y listo, yo la miraba como si mirase a alguien que estuviera en la otra esquina, entonces mientras seguía hablando, no sé si me daba excusas o me decía lo que sentía por mí, yo por dentro iba deletreando su nombre, me imaginaba sin ella, antes de ella, después de ella, y sentía lo mismo, no iba a cambiar nada, entonces reaccioné y le tapé la boca con un dedo, le acaricié sus cabellos y le dije que pediría un taxi y ella me respondió que no hacia falta, que vería la película conmigo y que lo pasaríamos bien, entonces yo le sonreí, saqué un papel de mi bolsillo y se lo puse en la mano, era una entrada para la comedia que ella quería, solamente era una, le dije que no había problema ya que yo daría unas miles de vueltas hasta que acabara y la vendría a recoger, que la entendía más de lo que ella pensaba, pero que lastimosamente yo casi siempre tenia la razón, que nadie me ordena nada y que quizás si tenga algo de Houdini como de jodido. Todo eso se lo dije mientras la acompañaba a la sala del cine, le alzaba la mano para que entregara su boleto y le decía que siguiera de frente a la sala numero 6. Cuando entró, yo salí del cine a dar una vuelta que se volvería en muchas vueltas más, mientras sentía que muy pronto tendría mucho tiempo libre y que buscaría taparlo con un hueco que al fin de cuentas no taparía nada.

Pasó dos horas y en silencio pasó la noche, la semana, el mes… Hasta que todo terminó como siempre termina. Siempre…

sábado, 11 de abril de 2009

Cuando fui feliz por ti...




Ya no sé como podría ser mi vida sin ella, sin sus manitas tibias tocando las mías para llevarme a jugar a su rinconcito de siempre. No hace mucho que ella está en mi vida y sin embargo yo siento que mi amor logró una cúspide la primera vez que la vi tan pequeña e indefensa.

Ella se llama Alejandra, mi Ale… es la hija de una de las mujeres mas importantes de mi vida, mi querida hermana Maria, y desde hace casi dos años ha transformado mi vida en abrazos y pensamientos sobre todo lo feliz que puedo ser estando a su lado.

Aun recuerdo cuando sólo era una palabra, un pensamiento que crecía dentro de un vientre y yo me emocionaba porque siempre quise tener una hermanita a quien cuidar, y de pronto Ale llegó en forma de mi sobrina y yo no sabia dónde poner tanta felicidad por su existencia, de pronto nosotros los hermanos nos volvimos en “Tíos”, mis padres en “Abuelos” y mi hermana en “Madre” Todo fue un cambio inesperado, donde Maria se mudó de casa, donde cada juguete que veíamos por la calle tendría el nombre de Ale. Tuvimos que tener una rutina diferente los fines de semana para estar todos juntos en una mesa con Ale en el medio de nosotros haciéndole fiesta porque comió una cucharada, porque se ríe de las bromas que alguno de nosotros le hacemos o simplemente porque se pone a bailar por alguna canción de moda.

Yo siento que tengo una complicidad con ella desde que nació, que hay un lazo que hasta el día de hoy nos une, que es la de siempre buscarme cuando quiere dormir, porque desde que tenia unos días de nacida Ale me alza sus brazos y cuando la cargo acomodándole su cabecita en mi hombro, ella cierra sus ojitos perdiéndose entre el sueño donde se vuelve más indescriptible e infinita, es por eso que mi hermana se sorprende diciéndome que yo soy el único que la logra hacerla dormir ni bien la carga, que debo tener algún secreto, pero solamente Ale y yo sabemos eso, sabemos las canciones que le he compuesto desde que nació y que le canto al oído cuando la tengo en mis brazos, la verdad sabemos tantos pequeños detalles que van creciendo conforme ella avanza y se va convirtiendo en una hermosa niña, y aunque eso en parte me hace muy feliz también me duele mucho, porque Ale tan pequeña y tan linda, poco a poco crecerá, se ira llenando de este mundo deforme y malo y yo no quiero que nada le toque a ella, no quiero que nunca nadie la haga llorar, que nadie le diga cosas malas y que ella no aprenda esas manías que uno cuando conoce el mundo sin querer (o queriendo) aprende, pero lo sé es egoísta de mi parte pretender que mi Ale no crezca y se quede como una bebita para mí, supongo que en parte el amor siempre será egoísta. Por eso lo único que puedo hacer es velar por ella desde mi condición de tío, puedo poco a poco enseñarle a decir mi nombre y que debe de sonreír y ser fuerte siempre, por eso unas veces al mes siempre me haré el enfermo en el trabajo para ir a su casa a cuidarla, para pasar toda una mañana entre juguetes y dibujos animados, le cocinaré, le prepararé su leche y le cambiaré todos los pañales que necesite, porque todas esas mañanas han sido una de las más felices que he tenido y mas cuando llega la tarde y sus padres están a punto de llegar y ella duerme en mi pecho y yo le acaricio su cabecita contándole mi vida que a nadie mas cuento.

Por eso mi Ale, hoy que es 11 de abril y que es tu cumpleaños, estaré contigo celebrando que hace dos años llegaste a este mundo para alegrarnos la vida a todos, porque tú eres en el fondo lo que nosotros los hermanos nunca fuimos, eres la felicidad que nos faltó como un “Todo”, eres esa personita a quien mas cuidaremos. Por eso tú y yo bailaremos hoy, haré el ridículo quizás como payaso pero nada importa con tal de que seas cada vez más feliz, porque al igual que por mis padres y hermanos también daría la vida por ti sin dudarlo, ya que eres esa cadenita que seguirá con nuestras huellas y cuando los demás tengamos también nuestros hijos, yo sé que tú serás la hermanita mayor de todos y les enseñaras que el amor también puede ser infinito, no es así mi querida Ale…

Mi pequeña, mi preciosa, mi querida princesa… Te quiero tanto… que para mí exististe desde siempre.

viernes, 3 de abril de 2009

Nunca es tarde para un final...



Realmente extraño ver morir atardeceres como antes, esa sensación tan conmovedora que es cuando lo azul se vuelve gris y lo gris en un lila tan decadente que termina pareciéndose a un ojo cerrado.

Había veces que yo veía morir atardeceres desde mi casa en González Prada, en esa pequeña ventana junto a mi cama que me ofrecía la vista de un surquillo de espaldas, mi madre siempre me decía que vaya a jugar pero yo siempre le respondía que iría en unos minutos sabiendo que eso no sucedería, ella me miraba tan compasiva y me cobijaba con mi frazada verde para que el viento no me cause un resfrío. Cuando pasaron los años me fui olvidando de eso porque para un adolescente hay cosas que se vuelven más importantes como los amigos, el fútbol y las chicas. Pero cuando conocí a Giovanna eso cambio por completo. Recuerdo que la primera vez que me llevó a ver decaer un atardecer a la playa, yo le dije que por favor tuviera cuidado con mi exigente manía de cuidarme del sol, ella me miró muy calmada y me dijo: “No te preocupes andresito para eso estoy yo para que nadie te toque, aunque quizás yo no cumpla con eso mismo…” Entonces levantaba su cabeza al infinito y la volvía a bajar hasta mi hombro siempre atenta de lo que el viento hacia con mi cabello.

Yo la había conocido por intermedio de un amigo, parecía muy niña a pesar que ya tenía dieciocho años y como yo tampoco parecía de diecinueve, éramos la pareja de chibolos más grandes que existía por aquella época. Ella era muy alegre, tan alegre que malograba mi manía de ser melancólico un viernes por la tarde y eso poco a poco nos separó y además porque ella tan niña, tan ondulada y tan canela, se desaparecía hasta en los nombres cuando uno la quería nombrar con cariño, primero le decía Giovanna, luego Giova, Gio, Gi … Hasta que un día ya no me quedó letra con que dirigirme a ella y tampoco ya quedaba nada porque así es Marzo y porque era de noche cuando nos perdíamos por la playa y al final llegó el momento de que desaparezcamos de nuestras vidas.

“Algún día escribirás sobre mí” me decía tan segura que yo pensaba que jamás tendría la razón, pero ha tenido que pasar varios años, más de mil días para que yo me siente y escriba sobre cómo ella me enseñó a volver a mirar atardeceres muertos, cómo sostenía mi dedo mientras pintaba con la arena a ese sol partido por la mitad en pleno mar.

Un día cuando volvimos a esa playa casi desierta, ella me preguntó si creía en el amor a primera vista, yo le di toda una clase y varias hipótesis sobre eso, desde cuentos, poemas y tantos artículos que había leído, cuando ella me miró con un gesto extraño en que ponía su boca de lado y me dijo “Te he preguntado si tú crees, no si es verdad o no que exista” Yo trataba de no responder porque sabia la siguiente pregunta que iba a formular, pero ella no me dejó opción con esa mirada tan aguda que por un momento creí que el que se moría no era el atardecer sino era yo. “Bueno la verdad es que se puede decir que no” Le mentí vilmente porque era al fin de cuentas Giovanna, Gio para esa época. Ella miró al frente, parecía que volaba con esas ultimas gaviotas perdidas en ese horizonte y me dijo “Es una lastima, no sabes de lo que te pierdes” y volvió a apoyarse en mi hombro como siempre y no pronunció palabra hasta que me dijo: “Hay veces que te quiero tanto cuando te odio” y yo le respondí dulcemente “Es por eso que yo te odio siempre” y se apoderó de mi mano tan fuerte que parecía odiarme más que nunca. Ese día le dije que le escribiría un cuento tan largo que no habría memoria suficiente en la maquina para guardarlo y que no se preocupara que se lo enviaría donde este, porque si hoy estábamos aquí, mañana quizás estaríamos al otro extremo, ella dijo sí a todo lo que le decía, respondiéndome con la boca, con la cabeza, con esa lagrimas que se le caían una a una porque sabia que habría un fin y peor aun habría un olvido que como dice algún vals es peor que el mismísimo odio.

Dos semanas después Giovanna y yo desaparecimos de nuestras vidas un jueves a la misma hora que nos conocimos. Sus ultimas palabras fueron “Esperaré el cuento o por lo menos una pagina donde sea la protagonista” Yo le prometí que lo haría, que era mi deuda por los tantos atardeceres muertos que ella había dejado bajo mis ojos, realmente ese día no la pude odiar como hubiese querido y maldije mi maldita forma de no gustarme la playa en Marzo.

Pasó cinco años y el cuento se volvió una crónica que al fin de cuentas la mayoría lo toma como cuento, así que sin deudas que me pesen (A no ser que alguien me recuerde lo contrario) por fin puedo yo morir un poquito este día.